Cuando era niño, me fascinaba ver los aparadores de las grandes papelerías del Centro Histórico de la Ciudad de México. En ellos puede uno encontrar equipo de dibujo y de las artes plásticas que, de sólo verlos, dan ganas de usarlos. Hay reglas y escuadras de todo tipo, botes con pinceles de diversos tamaños y grosores, colecciones de pintura al óleo y frascos de colores pastel; relucientes estuches, con protección interior de esponja o hule espuma, que contienen compases de precisión y otros finos instrumentos. Todo eso decorado con papeles de colores, letreros de ofertas e incluso figuras humanas de madera.
De todos esos hipnotizantes productos había dos que me llamaban mucho la atención, aunque hoy probablemente estén sus días contados por culpa de la PC y de programas como Autocad, sino es que ya han desaparecido del todo. Uno de ellos era un artefacto metálico con un orificio donde se adaptaba una plumilla de tinta china y una pata que servía de guía sobre unas plantillas de letras. Le llamaban “cangrejo”, me imagino que por su forma, y servía, precisamente, para hacer todo el texto de los planos con tinta china.
No hay comentarios:
Publicar un comentario