domingo, 15 de julio de 2012

Capas


  Cuando era niño, me fascinaba ver los aparadores de las grandes papelerías del Centro Histórico de la Ciudad de México. En ellos puede uno encontrar equipo de dibujo y de las artes plásticas que, de sólo verlos, dan ganas de usarlos. Hay reglas y escuadras de todo tipo, botes con pinceles de diversos tamaños y grosores, colecciones de pintura al óleo y frascos de colores pastel; relucientes estuches, con protección interior de esponja o hule espuma, que contienen compases de precisión y otros finos instrumentos. Todo eso decorado con papeles de colores, letreros de ofertas e incluso figuras humanas de madera.

 De todos esos hipnotizantes productos había dos que me llamaban mucho la atención, aunque hoy probablemente estén sus días contados por culpa de la PC y de programas como Autocad, sino es que ya han desaparecido del todo. Uno de ellos era un artefacto metálico con un orificio donde se adaptaba una plumilla de tinta china y una pata que servía de guía sobre unas plantillas de letras. Le llamaban “cangrejo”, me imagino que por su forma, y servía, precisamente, para hacer todo el texto de los planos con tinta china.




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